SOBRE MÍ

Carmen Gabaldon Ivars nació en Sevilla, donde estudió Bachillerato en el Instituto Murillo, y Magisterio en la Escuela Normal Femenina.

Su Primer destino fue Burguillos, y allí descubrió lo importante que era motivar a los alumnos para aprender y desterrar mediante la motivación la conflictividad en la escuela.

Las experiencias que atesoró durante los siete años de trabajo en aquel pueblo de Sevilla le sirvieron para investigar y desarrollar una metodología que integrara a los niños poco motivados, y desterrar el fracaso escolar de las aulas.

Tras casarse en 1972, tal y como se estilaba en la época pidió excedencia, y se dedicó a su familia sin olvidar nunca que su verdadera vocación y pasión era la enseñanza.

En 1992, ya residiendo en la ciudad de Murcia, y con sus cuatro hijos mayores, se reincorpora a su profesión, y se especializa en Educación Infantil. Desde su incorporación pone en práctica sus experiencias, dándose cuenta de que están dentro de las innovaciones educativas propuestas por el Ministerio de Educación.

Escribe sus memorias y sus experiencias, y las da a conocer en diferentes publicaciones y congresos. Tras su jubilación en 2007, lejos de perder el contacto con la enseñanza, sigue actualizada y concienciada con los problemas educativos.

«Desde que me decidí por la enseñanza, tuve muy claro lo que tenía entre mis manos, niños/as estudiosos, con recursos o sin recursos, con problemas en su entorno familiar y alumnos con problemas mentales, en el habla, etc.


En la escuela no había especialistas que se dedicaran a estos alumnos con problemas, el MAESTRO tenía una gran psicología y trataba de solucionar los problemas de los alumnos como si fueran sus hijos.


Siempre pensé que los niños estudiosos no nos dan problemas, el problema era que los alumnos más problemáticos, siendo iguales que los estudiosos, si no le dedicabas tiempo para solucionar sus problemas, no tendrían las mismas oportunidades que ellos.


Actualmente en la escuela tienen todo tipo de especialistas, el niño que viene diagnosticado desde los 3 años va muy bien, pero el maestro de infantil que detecta algún problema en algún alumno se debe atender con la máxima rapidez.


Una de mis múltiples experiencias fue con un alumno de 3 años con muchos problemas, no sabía el idioma, batallé para que lo atendieran, pero el equipo directivo no actuó; cuando fue a 1º le pusieron más de siete apoyos, fue tarde.


En este libro, trato de plasmar mis experiencias en las distintas épocas y colegios donde tuve que desempeñar mi profesión de MAESTRA, con una explicación metodológica aplicada en una época donde los recursos disponibles eran escasos, insuficientes pero los objetivos y los resultados obtenidos eran exactamente los mismos que a día de hoy.»

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De vocación, maestra

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